La casa de «Yo soy Betty, la fea» es real, y puedes visitarla en Colombia

Desde su estreno en 1999, la telenovela colombiana «Yo soy Betty, la fea» se ha consolidado como una de las más exitosas de toda la historia. Ganadora del Récord Guinness a la telenovela más exitosa de la historia, con casi 30 adaptaciones en diferentes partes del mundo y desde el 2019 que ingresó al catálogo de Netflix, contenido que encabeza el top 10 de lo más visto en México, «Yo soy Betty, la fea» sigue vigente y encabezando titulares.

Definitivamente, después de «Ecomoda» (empresa que cambia la vida de la protagonista), la casa de Betty es uno de los escenarios más memorables de «Yo soy Betty, la fea». Aquella pintoresca casa color azul ubicada en un barrio modesto y que contrastaba con la vida lujosa de los antagonistas de la novela, existe en la actualidad y se ha conservado intacta desde que culminaron las grabaciones hace más de 20 años.

Para llegar a ella solo debes ir al barrio Santa Teresita de Bogotá, Colombia, o buscar en Google «Casa de Betty, la fea» para encontrar la dirección exacta de aquella memorable fachada. Los actuales propietarios de la casa la consideran una atracción turística, por lo que han querido mantenerla igual después de 22 años.

«Como fan de la serie fue un sueño hecho realidad, lloré de la emoción. Soñé con este día desde que tenía 15 años y veía la telenovela en México después de salir de la secundaria. Fue hermoso», se lee en una de las reseñas de Google Maps.

Otros internautas que han visitado la fachada, escriben: «Es la verdadera casa de Betty, casi no ha cambiado desde la novela, un lugar increíble de visitar en Bogotá. Si uno es fan de la novela hay que ir, increíble estar ahí, saludos a Betty y a Armando».

Desafortunadamente, y debido a la decisión de los dueños de no pintar la casa, la fachada se ha llenado de grafiti con el paso del tiempo. Según narra otro internauta que ha visitado la vivienda, el único grafiti aplaudido por los fanáticos de la novela es la frase «El diablo es puerco», dicha por el papá de Betty en «Yo soy Betty, la fea».