Desde el fin de semana pasado, una intensa ola de protestas y de saqueos azota a Sudáfrica.
Al menos 72 personas han fallecido producto de la violencia.
Las autoridades sudafricanas desplegaron al ejército para apoyar a la policía, que no ha podido contener los disturbios.
Las protestas comenzaron tras el encarcelamiento del expresidente Jacob Zuma, quien se entregó a la justicia el miércoles luego de ser condenado a 15 meses de prisión.
Fue declarado culpable de desacato al tribunal el mes pasado por no asistir a una investigación sobre corrupción durante su presidencia.
El político de 79 años, que niega las acusaciones de corrupción, espera que la Corte Constitucional del país anule o reduzca la sentencia.
Pero expertos legales afirman que probablemente su demanda no tendrá éxito.
El presidente Cyril Ramaphosa y otros dirigentes locales han sugerido que las protestas han sido infiltradas por «elementos criminales».
Otros creen que las dificultades exacerbadas por la pandemia de coronavirus crearon un polvorín que solo necesitaba una chispa para encenderlo.
La chispa, en este caso, fue encarcelar al predecesor de Ramaphosa por desacato al tribunal.